Comenzamos desde las ganas de viajar. Conocer, aprender, compartir. El viaje como una incertidumbre, como un repreguntarse la realidad en que vivimos, que construimos y que nos transforma.
Consideramos el juego como un lenguaje, como una herramienta de comunicación y comunión. Una forma diferente de relacionarnos, recreando los vínculos entre nosotros y con los lugares que habitamos. A través del intercambio y recopilación de experiencias lúdico-educativas queremos acercarnos a diferentes territorios. Conectarnos con diferentes organizaciones sociales, empaparnos de sus luchas, de sus realidades y desde ahí poder repensar nuestra realidad como continente, compartir alegrías y miserias de esta América, de esta historia compartida, que nos atraviesa, nos conecta, nos enreda, desde la cual pararnos e imaginar un futuro diferente, a construir.
"El mundo del revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela" (Galeano, Patas Arriba)
Creemos que el juego logra que los sujetos se compenetren de tal forma en él, que funda una realidad momentánea y mágica, un espacio-tiempo abstraído de lo cotidiano con sus propias reglas. El poder vivenciar este círculo de juego permite, a quien se juegue, empezar a cuestiona ciertas reglas y estructuras de la realidad cotidiana; no tomarlas como algo acabado, inmodificable. Poder a empezar a cuestionar la realidad del día a día es empezar a tender hacia la libertad. Vemos en el juego un motor de creación y un posible agente desnaturalizador de lo cotidiano. Una herramienta posible de ser usada para preguntar y preguntarse, para preguntarnos juntos.
"No se trata de aplicar el juego como un instrumento pedagógico (...), sino de aprender de y desde el juego. (...) Aprender valores, aprender relaciones vinculares humanizadas, aprender a aprehender de otra manera que no sea alienante (...), aprender a ser responsable, aprender a arriesgarse y a "jugarse" por lo que creemos justo y que vale la pena, aprender un rol de coordinador que respete a las personas, con sus propios saberes, aprender que nadie lo sabe todo y nadie lo ignora todo (...)" (Mariano Algava)